LA LIBERTAD Y YO
- Es que tú no me entiendes
- ¡No hay nada que entender!
- Pero…
- Creo que no te conozco lo suficiente… Eres otra. Ya ni se quién eres. Mi relación con la Libertad ha sido compleja, con altos y bajos, como una relación de pareja. Con problemas de comunicación. Sinceramente, creo que no la conozco bien. Creo que no soy libre.
Probablemente tuvimos un encuentro muy cercano mientras yo era un montón de células en el útero de mi madre. Claro, no tenía conciencia de muchas cosas por aquel entonces.
Y en ese primer contacto con el mundo, en ese instante en que la luz cegó mis ojos pequeños y achinados de recién nacida fui víctima de las primeras represiones.
- ¡Qué linda la guagüita!; Si es igual al papá; ¿no estará muy morada? Los prejuicios y los juicios abundaban por doquier, pero como mi contacto con el mundo aún se reducía a la teta de mi mamá, el shock no fue tan abrupto. Simplemente era víctima de la falta de libertad de quienes me rodeaban.
Cuando todavía no daba mis primeros pasos estuve varias veces cerca de ella. La imaginación era nuestro nexo directo.
Luego aprendí a hablar. Ahí todo se fue a las pailas. Libertad y yo nos alejamos, ya no la veía por ningún lado. A veces, cuando me escapaba de la casa a jugar con mis amigos, creía encontrarla, pero ahora comprendo que sólo era una falsa ilusión.
Seguí creciendo y enterrándome en esto que llamamos cultura. Sabía hablar, escribir e incluso leer. Mi padre siempre repetía que leer era un camino hacia el aprendizaje y por ende hacia la libertad, la libertad de elegir con conocimiento. Por otro lado, mi mamá no se cansaba de gritarme:
- Cuando cumplas 18 años serás libre de hacer lo que quieras.Y cumplí 18.
- Cuando trabajes y te mantengas sola, serás libre de hacer lo quieras. Y miro a mis padres, cansados de tanto trabajar, estudiar, correr de aquí para allá y me pregunto ¿son ellos libres?
Así he vivido estos hermosos 18 años, rodeada de promesas de que algún día conoceré a Libertad, pero no ese concepto fetiche de libertad.
No se es libre porque podemos salir corriendo a poto pelado por las calles ni porque podemos pararnos en el Paseo Ahumada a regalar abrazos – beneficio que nos otorga la bendita y tan alabada “democracia”. No, eso no.
A Libertad la dejé de ver hace muchos años. Hoy soy presa de la libertad que me han impuesto otros. Vivo encerrada en una cultura y soy dependiente de un lenguaje. Esto es un verdadero laberinto que parece no tener salida, porque incluso al protestar el agravio, reproduzco y aumento mi encarcelamiento.
Inicialmente mi trabajo no era más que la primera hoja. Estaba decidida a entregar esas cuatro líneas y nada más. Sin embargo, sometí mi experimento literario a una pequeña encuesta y las respuestas fueron las mismas:
-
Está bueno, pero a la profe no le hará gracia.
- Te arriesgas a sacarte un uno.
- No es lo que se espera de este trabajo. Mi experimento no hizo más que refutar aquella idea de que: La Universidad es el lugar para atreverse, experimentar y hacer aquello que luego en el mercado laboral no podrás hacer.
Como decía, alguna vez estuve cerca de Libertad. Hoy estudio periodismo en la Universidad de Chile. Y no soy libre.
Pero… ¿Quién lo es?