domingo, 23 de noviembre de 2008

Cofré para los medios: "No estaba muerto..."



Hace algunos días ingresó al país desde Mendoza Germán Cofré, quien figuraba desde septiembre de 1973 en la lista de detenidos desaparecidos. El hecho ha causado gran impacto en nuestro país. Gobierno, oposición, la Asociación de Detenidos Desaparecidos y, por supuesto, la prensa, han participado activamente en un debate lleno de incógnitas, suspicacias y dudas difíciles de clarificar.


Se ha hablado desde un terrible error burocrático hasta de fraude al fisco por parte de la familia Cofré.


Esta última posibilidad ha generado particular interés por las regalías económicas que los gobiernos de la concertación han entregado a los familiares de los detenidos desaparecidos desde el regreso a la democracia.


Pensiones para madre, esposa e hijos del desaparecido y becas para la educación de los hijos hasta los 35 años de edad, son parte de estos beneficios que, según algunos, la familia Cofré usurpó de manera ilegal y que, por lo tanto, tendrán que devolver.


Si fue fraude o no, ese es un tema que le competerá resolver a la justicia. Los demás que opinen lo que quieran, están en su derecho. Pero cuidado, los medios de comunicación son cruciales en estos casos, pues los juicios que emitan al respecto construirán progresivamente la tan manoseada “opinión pública”. Y es que nunca faltan los oportunistas.


Este es un caso gravísimo cuyo desvelamiento parece ser un dedo en la yaga más cruda de la historia reciente de nuestro país. Utilizarlo en beneficio político sería un costoso error, y si bien es difícil creer que alguien pueda hoy tener el descaro de desmentir las torturas, los asesinatos, el genocidio que significó la dictadura militar, baste con ver el documental recién estrenado “El Diario de Agustín” para recordar el gran poder que tienen los medios y la capacidad para construir ideas falsas en el imaginario colectivo.


Sin ir más lejos, recordemos los sucesivos montajes y falacias que construyeron los medios de comunicación en torno al movimiento estudiantil generado este año, o la clara campaña anti mapuche que ha sostenido El Mercurio y más aún la evidente pero aún no develada campaña que se ha generado en contra del mandatario socialista Hugo Chávez.


El poder de los medios es significativo, de eso no hay duda. Cuidado, ellos son capaces incluso, de hacer justicia por cuenta propia.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

DE LO QUE HE APRENDIDO EN MIS CASI DOS SEMESTRES EN LA UNIVERSIDAD DE CHILE


Hestoi centada frente al komputador
Hintentando ezcrivir sobre la livertad
i por maz que lo hintento

NO SOY LIBRE

LA LIBERTAD Y YO

LA LIBERTAD Y YO

- Es que tú no me entiendes
- ¡No hay nada que entender!
- Pero…
- Creo que no te conozco lo suficiente… Eres otra. Ya ni se quién eres.




Mi relación con la Libertad ha sido compleja, con altos y bajos, como una relación de pareja. Con problemas de comunicación. Sinceramente, creo que no la conozco bien. Creo que no soy libre.

Probablemente tuvimos un encuentro muy cercano mientras yo era un montón de células en el útero de mi madre. Claro, no tenía conciencia de muchas cosas por aquel entonces.

Y en ese primer contacto con el mundo, en ese instante en que la luz cegó mis ojos pequeños y achinados de recién nacida fui víctima de las primeras represiones.

- ¡Qué linda la guagüita!; Si es igual al papá; ¿no estará muy morada?

Los prejuicios y los juicios abundaban por doquier, pero como mi contacto con el mundo aún se reducía a la teta de mi mamá, el shock no fue tan abrupto. Simplemente era víctima de la falta de libertad de quienes me rodeaban.

Cuando todavía no daba mis primeros pasos estuve varias veces cerca de ella. La imaginación era nuestro nexo directo.

Luego aprendí a hablar. Ahí todo se fue a las pailas. Libertad y yo nos alejamos, ya no la veía por ningún lado. A veces, cuando me escapaba de la casa a jugar con mis amigos, creía encontrarla, pero ahora comprendo que sólo era una falsa ilusión.

Seguí creciendo y enterrándome en esto que llamamos cultura. Sabía hablar, escribir e incluso leer. Mi padre siempre repetía que leer era un camino hacia el aprendizaje y por ende hacia la libertad, la libertad de elegir con conocimiento. Por otro lado, mi mamá no se cansaba de gritarme:

- Cuando cumplas 18 años serás libre de hacer lo que quieras.

Y cumplí 18.

- Cuando trabajes y te mantengas sola, serás libre de hacer lo quieras.

Y miro a mis padres, cansados de tanto trabajar, estudiar, correr de aquí para allá y me pregunto ¿son ellos libres?

Así he vivido estos hermosos 18 años, rodeada de promesas de que algún día conoceré a Libertad, pero no ese concepto fetiche de libertad.

No se es libre porque podemos salir corriendo a poto pelado por las calles ni porque podemos pararnos en el Paseo Ahumada a regalar abrazos – beneficio que nos otorga la bendita y tan alabada “democracia”. No, eso no.

A Libertad la dejé de ver hace muchos años. Hoy soy presa de la libertad que me han impuesto otros. Vivo encerrada en una cultura y soy dependiente de un lenguaje. Esto es un verdadero laberinto que parece no tener salida, porque incluso al protestar el agravio, reproduzco y aumento mi encarcelamiento.

Inicialmente mi trabajo no era más que la primera hoja. Estaba decidida a entregar esas cuatro líneas y nada más. Sin embargo, sometí mi experimento literario a una pequeña encuesta y las respuestas fueron las mismas:

- Está bueno, pero a la profe no le hará gracia.
- Te arriesgas a sacarte un uno.
- No es lo que se espera de este trabajo.


Mi experimento no hizo más que refutar aquella idea de que: La Universidad es el lugar para atreverse, experimentar y hacer aquello que luego en el mercado laboral no podrás hacer.


Como decía, alguna vez estuve cerca de Libertad. Hoy estudio periodismo en la Universidad de Chile. Y no soy libre.

Pero… ¿Quién lo es?